sábado, 8 de marzo de 2008

Cosas pequeñas

Después de haber pensado que se trata, en realidad, de la sensualidad proyectada en las cosas pequeñas, en las cosas que escapan a la mirada de críticos y curiosos, me fui al parque de Viveros, al círculo de las rosas. Pero en vez de mirar las rosas, desde un banco cercano, como es mi costumbre, esta vez me distrajo el agua de la fuente que brotaba inacabable, generando ilusión no sólo acerca de la fluidez de la vida, de su movimiento continuo, sino y, sobre todo, acerca de que nada, ni siquiera el tiempo, sería capaz de cortar ese fluir. Después deambulé por los caminos internos; salí del parque y a través del paso subterráneo de la calle San Pio V entré a los jardines del viejo cauce del Turia, los atravesé hasta salir otra vez a la superficie; pasé frente a la Porta de la Mar y en algún momento, no sabría precisar cuándo, llegué hasta el Templo del Café cerca del mercado central. Estaba vacío. Como todos los templos cuando se los visita a una hora inconveniente. Y allí estaba. Hombre de pelo negro, ojos rasgados y oscuros; cejas tupidas como dos líneas de crayón. Un rostro perfectamente delineado. Tan firmes los contornos de su mentón que hacía de su presencia una figura ineludible. Su ropa era, también, oscura. En cuanto entré, recibí la aprobación de su mirada, de su sonrisa insinuada. Y le respondí con un saludo, que fuera sólo cortés es lo que quise, pero resultó un murmullo indescifrable de mis labios aturdidos. Busqué una silla como se busca la baranda de un barco que parte del muelle. Ese hombre había movido el suelo de mi barco obligándome a buscar apoyo. Después, fueron los círculos inacabables en el café, dibujados por la cucharita inerme en mi mano desconcertada. Me di cuenta de que, otra vez, estaba ante la sensualidad de las cosas pequeñas.


4 comentarios:

Javier Puche dijo...

El azar me ha traído a tu blog infinito, y he sido atrapado por su belleza. Un beso desde el Sur.

P.D.: Por supuesto, te he incluído de inmediato entre los favoritos de mi bitácora, a la que estás invitada.

Alba Vera Figueroa dijo...

Gracias, Herman por tus palabras que me han emocionado. Aunque ya te he respondido en tu propio blog, ahora lo hago aquí.
Me alegra que me hayas incluido en tu bitácora que me ha gustado recorrer.
Un abrazo. Alba

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Alba:

Este relato lo llevaré a mi blog. Por su delicadeza y atino. Por lo que dice y deja que intuyamos.

Una delicatessen.

Un beset

Viktor

Anónimo dijo...

Gracias, Viktor, por detenerte en estas páginas y por tus palabras. Cariños. Alba